jueves, 13 de enero de 2011

Los grandes músicos nunca están de rebajas

Era sábado, un magnífico día, al menos para mí así era aunque el resto de los mortales mostraban caras tristes, largas y grises, como sus trajes. ¡Llovía!. Era un magnífico día aunque el cielo vistiera un manto gris perla.
Al parecer el pasatiempo favorito de las personas cuando ellos creen que no pueden hacer nada más a causa del clima es agruparse todos, a modo de ganado y concentrarse en matar el tiempo (y una segunda hipótesis biopsicosocial afirmaría que la finalidad es mantener su cuerpo calentito para sobrevivir a las "duras circunstancias"). Ese tiempo que para algunos pasa muy deprisa cuando lo disfrutan y otras veces cuando pasa a cámara lenta es cuando te sumerges en un proceso de excitación a la espera de que algo interesante ocurra.
El destino para detener el tiempo era desplazarse hasta el Centro Comercial más cercano, el cual era equiparable a una máquina del tiempo es dinero, allí puedes encontrar de todo: todo lo nuevo y todo lo caro, todo lo asequible pero nada barato; artículos que tienen un precio inflado, sobrevalorado y que carece de valor sentimental obviamente aunque que tiene la imperiosa necesidad de estar depositado en tu casa, en tu habitación, en tu nevera, en la puerta, en tu cama, en tu baño, en tu suelo, en tu cuerpo.
Era sábado, hacía justo 24 horas que se inauguraron las rebajas, ¡Dios mío! ¡Rebajas! ¡Rebajas! ¡Rebajas!...
Al parecer mis padres también decidieron participar en este ritual tan ridículo y poco satisfactorio, al menos a lo que a mí se refiere.
Llegadas las 16:00 pusimos un pie en la calle para dirigirnos hacia el Corte Inglés.
Al principio parecía un día "normal", poca gente, muchas cosas que poder comprar y quizás demasiadas poco vendibles debido a sus disparatados precios. En fin, larga vida al Capitalismo diría Adam Smith si alzara su voz.
Avanzaron los escurridizos minutos mientras comenzó ha llegar una gran muchedumbre y yo dudaba de si venían de las infernales calles o de las agolpadas colas de probadores. Y más, y más gente pero, ¿cuántos habitantes tiene esta ciudad?. ¡Qué agobio, joder!.
Después de una hora y media viendo objetos de decoración, manoseando ropas, montones de ropa y luchar contra un gordito que obstaculizaba el pasillo en la sección de artículos de deporte, (qué irónico) decidí que era la hora de alejarme de aquel gentío.
Con una marcha algo solitaria y despistada intentaba abrirme paso entre la gran masa de nuevo pero no sin antes echar un vistazo a la sección de intrumentos musicales, el cual se encuentra al lado de todas las tecnologías, Tv plamas con LCD o LED, portátiles, Dvd's, mini cadenas, potentes altavoces para Home-cinema..las cuales parecían ser el objeto de deseo de la mayoría de los presentes, pero entre ese bullicio mis oídos registraron un sonido armónico, musical, bello, hermoso, muy hermoso como para despercidiarlo mirando gilipolleces.
Me acerqué para satisfacer mi curiosidad y descubrí a una anciana tocando...tocando no, acariciando el piano con dedos firmes y muy sostenidos en cada tecla. Su auditorio era el templo del consumismo, su público tenía los oídos sordos, ya que todos sus sentidos se concentraban en la odiosa reducción de precios y al parecer una pareja de señores cuarentones y yo éramos los únicos espectadores que aplaudíamos con el brillo de nuestros ojos, para no estropear el egocentrismo de los demás.
Aquella mujer interpretó trozitos de canciones desconocidas para mí pero la última que escuché sabía muy bien cuál era: una maravillosa canción llamada "Para Elisa" de Beethoven.
De manera aduladora y sigilosa aplaudí.  "Por fin reemprenderé mi misión de salir a la calle y olvidaré todo este caos".
Me dirigí a las escaleras de emergencia porque lo mío señores y señoras sí era una Emergencia, necesitaba  aire y una pizca de humanidad.

Para todos ustedes y Para Elisa:


RECOMENDACIÓN: Leer esta entrada con la música del vídeo de fondo, se ajusta muy bien !  =)

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